Día 8: María Magdalens
Abigail O’Neel
Lea Juan 20:11-18
11 pero María se quedó afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, 12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. 13 —¿Por qué lloras, mujer? —le preguntaron los ángeles. —Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto —les respondió. 14 Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie, aunque no sabía que era él. 15 Jesús le dijo: —¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas? Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo: —Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y yo iré por él. 16 —María —le dijo Jesús. Ella se volvió y exclamó: —¡Raboni! (que en arameo significa: Maestro). 17 —Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes”. 18 María Magdalena fue a darles la noticia a los discípulos. “¡He visto al Señor!”, exclamaba, y les contaba lo que él le había dicho.
Devocional
Es probable que no comiences una relación íntima con alguien sin antes crecer en el conocimiento de quién es. La mayoría de las personas ven la cercanía como un requisito previo para la familiaridad y, en la mayoría de las situaciones, creo que esta es una forma saludable de relacionarse.
María Magdalena se encuentra llorando frente a la entrada de la tumba donde yacía su Salvador. El mismo Salvador del que nos dice Lucas la libró de siete demonios (Lucas 8:2). Su llanto solo se intensifica cuando nota que el cuerpo de su Salvador ha sido movido. Los ángeles preguntan por su llanto, a lo que ella responde: “Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto”.
Mi señor. Para María, Jesús no era simplemente el Señor, un señor o incluso el Señor de Israel. Él era su Señor. Ella lo conocía profundamente. Ella lo había seguido desde Galilea (Mateo 27:57) hasta la cruz (Juan 19:25) y ahora hasta la tumba. Este profundo amor por su Señor, la llevó a donde Él estaba, y por eso se convirtió en una de las primeras en verlo vivo. Por supuesto, ella no lo reconoce al principio. Tal vez eso se deba a que, como sugieren algunos teólogos, sus lágrimas y el dolor le bloquearon su capacidad de ver quién estaba tan claramente frente a ella. Mas, sin embargo, cuando Jesús la llama por su nombre “María”, ella inmediatamente responde “¡Rabboni!” y se aferra a Él. Como ovejas que reconocen la voz de su pastor, María reconoció la voz de su Salvador.
Jesús era el amado Señor de María, cuya muerte le rompió el corazón. Él era su Salvador, quien la libró de las tinieblas. Él fue su maestro (“¡Rabboni!”), quien le enseñó mientras aún estaba en Galilea (Lucas 24:6). Y ahora, al reconocerlo, Jesús se convirtió en su hermano y en el que la comisiona (Juan 20:17-18). “Ve a mis hermanos y diles”, ordena Jesús a María, y ella se dirige obedientemente a los hermanos, proclamando: “¡He visto al Señor!”.
Preguntas
1. Como María Magdalena, ¿puedes decir con confianza que Jesucristo es tu Señor?
2. ¿Hay alguien en tu vida a quien necesites ir obedientemente y proclamar: “He visto al Señor”?
3. ¿Es tu amor por el Señor tan íntimo que deseas estar donde Él está? ¿Cómo puedes despertar diariamente un afecto tan íntimo por Él?
Para leer
En Lucas 8:1-3, aprendemos que varias mujeres estaban entre los seguidores de Jesús. Consulte este artículo de https://www.thegospelcoalition.org/article/female-disciples/ para obtener más información sobre dos de estas mujeres que siguieron a Jesús.