29 de abril de 2020

El Salmo 22 no es solo la experiencia de cada creyente, sino que también es una profecía muy específica de los sufrimientos de Jesús. Comienza con el grito más angustiado de la historia humana: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Jesús pronunció estas palabras en la profundidad de su sufrimiento en la cruz.

El salmista clamaba a Dios en medio de su sentimiento de abandono, en medio de su más profundo dolor al no ver respuesta a sus súplicas. Sin embargo, después de su reclamo, David reconoce que solo Dios es Santo y soberano, y que solo en El puede encontrar el cuidado y la ayuda que tan desesperadamente necesita.  ¡El salmista pasa de expresar su gran tristeza a recordar a su gran Dios, un Dios que rescata a Su pueblo!

¡La oración agónica y desesperanzada se convierte en alabanzas ardientes por el éxito de la causa de Dios! Y lo mejor de todo, la continuidad está entretejida en nuestras historias: se contará a la próxima generación, a un pueblo aún no nacido. ¡Qué gran Dios eres tú!

Salmos 22

Un grito de angustia y un canto de alabanza
Al músico principal; sobre Ajelet-sahar. Salmo de David.

1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
    ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?

Dios mío, clamo de día, y no respondes;
Y de noche, y no hay para mí reposo.

Pero tú eres santo,
Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.

En ti esperaron nuestros padres;
Esperaron, y tú los libraste.

Clamaron a ti, y fueron librados;
Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.

Mas yo soy gusano, y no hombre;
Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.

Todos los que me ven me escarnecen;
Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:

Se encomendó a Jehová; líbrele él;
Sálvele, puesto que en él se complacía.

Pero tú eres el que me sacó del vientre;
El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.

10 Sobre ti fui echado desde antes de nacer;
Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.

11 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca;
Porque no hay quien ayude.

12 Me han rodeado muchos toros;
Fuertes toros de Basán me han cercado.

13 Abrieron sobre mí su boca
Como león rapaz y rugiente.

14 He sido derramado como aguas,
Y todos mis huesos se descoyuntaron;
Mi corazón fue como cera,
Derritiéndose en medio de mis entrañas.

15 Como un tiesto se secó mi vigor,
Y mi lengua se pegó a mi paladar,
Y me has puesto en el polvo de la muerte.

16 Porque perros me han rodeado;
Me ha cercado cuadrilla de malignos;
Horadaron mis manos y mis pies.

17 Contar puedo todos mis huesos;
Entre tanto, ellos me miran y me observan.

18 Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.

19 Mas tú, Jehová, no te alejes;
Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.

20 Libra de la espada mi alma,
Del poder del perro mi vida.

21 Sálvame de la boca del león,
Y líbrame de los cuernos de los búfalos.

22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
En medio de la congregación te alabaré.

23 Los que teméis a Jehová, alabadle;
Glorificadle, descendencia toda de Jacob,
Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.

24 Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,
Ni de él escondió su rostro;
Sino que cuando clamó a él, le oyó.

25 De ti será mi alabanza en la gran congregación;
Mis votos pagaré delante de los que le temen.

26 Comerán los humildes, y serán saciados;
Alabarán a Jehová los que le buscan;
Vivirá vuestro corazón para siempre.

27 Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra,
Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.

28 Porque de Jehová es el reino,
Y él regirá las naciones.

29 Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra;
Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo,
Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.

30 La posteridad le servirá;
Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.

31 Vendrán, y anunciarán su justicia;
A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.

Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.


Padre,

Te clamo hoy en toda mi humanidad. ¿Por qué te siento tan lejos? ¿Por qué no me contestas? Sé que comprendes mi tristeza y sé que escuchas mi clamor. Sé que me cuidas, y te necesito. Fuera de ti no poseo nada. Ayúdame a vivir con la seguridad de que estás aquí. Ayúdame a recordar, que así como te has movido en el pasado lo sigues haciendo hoy, y seguirás obrando de generación en generación. ¡Gracias por tu infinito amor! En el nombre de Jesús, amen.

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