Día Seis | Semana Santa 2024

Jesús, Cordero de Dios

Autor: Adam Pemberton

Mateo 27:1-61

Jesús ante Pilato

(Mr. 15.1; Lc. 23.1-2; Jn. 18.28-32)

27 Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a muerte. Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.

Muerte de Judas

Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre. Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel; 10 y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.

Pilato interroga a Jesús
(Mr. 15.2-5; Lc. 23.3-5; Jn. 18.33-38)

11 Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y este le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. 12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió. 13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? 14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.

Jesús sentenciado a muerte
(Mr. 15.6-20; Lc. 23.13-25; Jn. 18.38—19.16)

15 Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen. 16 Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás. 17 Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? 18 Porque sabía que por envidia le habían entregado. 19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él. 20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto. 21 Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. 22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! 23 Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!

24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. 25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. 26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; 28 y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, 29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! 30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. 31 Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle.

Crucifixión y muerte de Jesús
(Mr. 15.21-41; Lc. 23.26-49; Jn. 19.17-30)

32 Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevase la cruz. 33 Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. 35 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. 36 Y sentados le guardaban allí. 37 Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. 38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. 39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, 40 y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: 42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. 44 Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él.

45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 47 Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama este. 48 Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. 49 Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. 50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; 52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. 54 El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente este era Hijo de Dios.

55 Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, 56 entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Jesús es sepultado
(Mr. 15.42-47; Lc. 23.50-56; Jn. 19.38-42)

57 Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. 58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. 59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, 60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue. 61 Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

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Tetelestai – ¡Todo se ha cumplido!

Hoy marca el día más oscuro en la historia humana. Unos días atrás experimentamos a una multitud ovacionando y exclamando “¡Hosanna en las alturas!” Ahora, esas mismas personas han condenado “¡Hosanna en las alturas!” a la cruz.

¿Cómo puede ser ‘santo’ este día (Viernes Santo)? ¿Qué hay de ‘santo’ en una muerte así? Ponte en los zapatos de los discípulos. Mira cómo se burlan de tu Señor y Salvador, mira cómo lo golpean y lo clavan en una cruz mientras los soldados dividen con frialdad sus vestiduras.

Considera esta escena desde la perspectiva de Jesús: “Eli, Eli, ¿lama sabactani?” (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). El mundo está en tu contra, e incluso has sido separado de la comunión con Dios mismo. Estás solo, golpeado, burlado y crucificado sin haber hecho nada malo. ¿Cómo puede ser esto ‘santo’?

Al leer y reflexionar en este día tan lleno de recuerdos dolorosos, debemos preguntarnos: ¿Quién digo que es Jesús?

No quien es para tus padres, no quien es para tu familia de iglesia, no quien es para tu pastor. ¿Quién es Jesús para ti?

En este día oscuro, ¿crees que Jesús es quien dice ser? Cuando la esperanza parece perdida, cuando todo parece estar fuera de control, cuando te sientes solo, abandonado o lejos de Dios, ¿en quién pones tu confianza? ¿Tu esperanza?

En un día destinado a la desesperación, Dios lo transformó en liberación.

Nunca antes se ha perdido y ganado tanto al mismo tiempo como en la crucifixión de Jesús. Esa cruz fue la razón por la que el Hijo de Dios vino, se dio en sacrificio, ocupó nuestro lugar y pagó una deuda que nos correspondía a nosotros pagar. Fue la presencia de Jesús en la cruz, no su capacidad para bajar de ella, lo que demostraría su divinidad.

Vemos en nuestro texto de hoy que el relato de Mateo de la crucifixión de Jesús describe vívidamente el cumplimiento de la profecía y la profundidad del amor de Cristo. Como los corderos sacrificiales de antaño, Jesús es llevado al matadero, llevando el peso de nuestras transgresiones sobre sus hombros. Él se somete voluntariamente a la agonía de la cruz, sus manos y pies perforados por nuestra redención, el verdadero Cordero de Dios.

El Viernes Santo nos invita a reflexionar sobre el amor sacrificado de nuestro Salvador, el Cordero de Dios. A través de su muerte en la cruz, Jesús se convierte en la expiación definitiva por nuestros pecados, reconciliándonos con Dios y ofreciendo el regalo de la vida eterna. Que este día sea un recordatorio solemne de la magnitud del sacrificio de Cristo y la profundidad insondable de su amor por nosotros. ¡Qué alegría podemos tener hoy en Jesús – Tetelestai, ¡consumado es!

¿Quién es Jesús? ¿De qué te ha librado Jesús? ¿Cómo puedes demostrar eso con tu vida?

Día Cinco | Semana Santa 2024

Jesús, Hombre de Dolores

Autor: Shauna Wallace

Mateo 26:17-75

Institución de la Cena del Señor
(Mr. 14.12-25; Lc. 22.7-23; Jn. 13.21-30; 1 Co. 11.23-26)

17 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? 18 Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. 19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.

20 Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce. 21 Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. 22 Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? 23 Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ese me va a entregar. 24 A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. 25 Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho.

26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. 29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.

Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mr. 14.26-31; Lc. 22.31-34; Jn. 13.36-38)

30 Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. 31 Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. 32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 33 Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. 34 Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 35 Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

Jesús ora en Getsemaní
(Mr. 14.32-42; Lc. 22.39-46)

36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. 38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 40 Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42 Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43 Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44 Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45 Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46 Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.

Arresto de Jesús
(Mr. 14.43-50; Lc. 22.47-53; Jn. 18.2-11)

47 Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. 48 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ese es; prendedle. 49 Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. 50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron. 51 Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. 53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? 54 ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? 55 En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. 56 Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.

Jesús ante el concilio
(Mr. 14.53-65; Lc. 22.54,63-71; Jn. 18.12-14,19-24)

57 Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos. 58 Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin. 59 Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, 60 y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, 61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. 62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? 63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. 64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. 65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. 66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte! 67 Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, 68 diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó.

Pedro niega a Jesús
(Mr. 14.66-72; Lc. 22.55-62; Jn. 18.15-18,25-27)

69 Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. 70 Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. 71 Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También este estaba con Jesús el nazareno. 72 Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre. 73 Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. 74 Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo. 75 Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.

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Nadie se va de la tierra ileso.

La decepción desinfla. El rechazo hiere. La traición sorprende.

La inseguridad ridiculiza. El miedo ata. La ansiedad paraliza.

La salud declina. Los tratamientos fallan. Los límites persisten.

Las lesiones nos dejan fuera de juego. El envejecimiento roba. La muerte destruye.

Los matrimonios se desmoronan. Los bebés mueren. Los niños se extravían.

Las finanzas fallan. Las pérdidas se acumulan. La esperanza se desvanece.

El sufrimiento es universal, pero nuestras experiencias se sienten intensamente personales. Nadie excepto yo ha caminado en mis zapatos. Nadie excepto tú ha caminado en los tuyos. Pero Jesús—Hombre de Dolores—ha caminado en todos nuestros zapatos.

Nuestros dolores pueden tomarnos por sorpresa, pero Jesús sabía lo que se decía de él mucho antes de dejar la gloria del cielo por la dura realidad de la humanidad: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.” (Isaías 53:3 RVR1960).

Estas no eran simplemente personas desconocidas de naciones paganas que nunca habían oído hablar de Dios o experimentado sus milagros y fidelidad. No, estas eran las personas que Dios apartó como suyas. Maliciosamente lo consideraron vil, lo evitaron y despreciaron a Jesús.

Las predicciones de Isaías se despliegan en Mateo 26:17-75. Jesús sabe que su “hora ha llegado” (18). Mientras sus enemigos conspiran en la oscuridad y el odio, la traición ya profetizada dentro de su círculo íntimo aumentó aún más su angustia, el tormento y la brutal aflicción.

Jesús sabe que su cuerpo será quebrantado y su sangre derramada por el perdón de mis pecados y los tuyos, y comienza a vivir lo impensable. Él es:

Traicionado por sus amigos más cercanos cuando su alma afligida y turbada necesitaba desesperadamente un cuidado vigilante (37-45);

“Entregado en manos de pecadores” (45);

Tratado como un criminal (47, 55);

Besado en la mejilla mientras le clavaban un cuchillo por la espalda (48-49);

Violentamente acosado (50);

Abandonado por los mismos amigos cercanos que juraron su lealtad eterna (35, 56);

Odiado por líderes religiosos consagrados y ungidos para guardar los caminos de Dios para Su venida (57-59);

Falsamente acusado (59-60);

Buscado para matarlo (66);

Escupido, golpeado, burlado y ridiculizado (67-68);

Desconocido y negado por su seguidor más apasionado (69-74).

Jesús realmente nos entiende.

Conocer a Jesús como Hombre de Dolores es conocer a Jesús como alguien que entiende y se identifica con cada uno de nuestros dolores de manera personal, profunda y amplificada. Es conocer la compasión de Jesús como alguien que ha sentido lo que sentimos y “sufre con” nosotros (ver Hebreos 4:15). Es conocer a aquel que pronto convertirá nuestros dolores en gozo y júbilo (ver Juan 20-22).

¿De qué manera tú y Jesús han sufrido dolores, sufrimientos o angustias similares? ¿Cómo puedes encontrar consuelo, fuerza y esperanza en él como Hombre de Dolores, ya sea para ti mismo o para alguien que conoces?

Día Quatro | Semana Santa 2024

Jesús, el Mesías/Cristo

Autor: Abigail O’Neel

Mateo 26:6-16

Jesús es ungido en Betania
(Mr. 14.3-9; Jn. 12.1-8)

Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. 10 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. 11 Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. 12 Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. 13 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.

Judas ofrece entregar a Jesús
(Mr. 14.10-11; Lc. 22.3-6)

14 Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, 15 y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. 16 Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.

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El gesto de María fue costoso. Mateo no deja lugar a dudas al describir el frasco como un “vaso de alabastro de perfume muy caro” (v.7). Juan nos dice que el perfume no solo era caro, sino que valía un año de salario (Juan 12:5, NVI). ¿Fueron sus acciones derrochadoras? En el momento, tal vez lo habría pensado así. Como los discípulos, soy prudente, ingeniosa y lógica.

Pero “¿Es posible desperdiciar algo cuando se le entrega a Jesús? ¡Más bien parecería que todo se desperdiciaría si no se lo entregamos a Él!”[1] El gesto de María no fue derrochador; fue una devoción extravagante y costosa, y tuvo un profundo significado.

El perfume derramado sobre la cabeza de Cristo fue simbólico. A lo largo de la Escritura, el aceite de unción “simbolizaba el agua de vida y el espíritu de Dios combinados” y se “usaba para marcar a una persona o un lugar como un puente entre el Cielo y la Tierra.[2]

Después de despertar Jacob de un sueño divino en el desierto, donde vio una escalera que llegaba al cielo desde la tierra, exclamó: “¡Qué asombroso es este lugar! ¡Este no es otro que la casa de Dios, y esta es la puerta del cielo!” Luego tomó la piedra que estaba debajo de su cabeza mientras dormía y derramó aceite sobre ella (Génesis 28:10-19). El cielo se encontró con Jacob en la Tierra.

Después de completar el Tabernáculo, el pueblo de Dios ungió la tienda con aceite, reconociendo el Tabernáculo como el puente entre el pueblo de Dios (en la Tierra) y Dios mismo (en el Cielo).

Sacerdotes y reyes que mediaban la relación entre los israelitas (Tierra) y Dios (Cielo) eran ungidos con aceite para marcarlos como líderes divinamente ordenados ante Dios.

Ahora, María unge a Jesús con un perfume que vale un año de salario. Al hacerlo, lo reconoce como aquel en el que el Cielo se encuentra con la Tierra, lo adora porque es santo y apartado, y lo honra como el mediador que pronto cerraría completamente y para siempre la brecha entre ella y un Dios justo y santo.

La decisión de María fue costosa, pero ciertamente no fue derrochadora porque ella sabía quién estaba sentado a la mesa. Este hombre era el Cristo—un título derivado de la palabra griega χριστός (chrīstós) que significa “ungido”—y el Mesías—una designación tomada de la palabra hebrea מָשִׁיחַ, que significa “ungido”. María simplemente estaba ungiendo al Ungido.

¿Cómo nuestras inclinaciones hacia la practicidad a veces pueden obstaculizar nuestra capacidad para expresar un amor extravagante por Jesús?

Considera el valor de la decisión de María de ungir a Jesús con un perfume cuyo costo ascendía a un año de salario. ¿Cómo nos desafía su devoción extravagante a reevaluar nuestras propias prioridades y compromisos al seguir a Jesús de todo corazón?

[1] Charles Spurgeon desafió a la congregación del Metropolitan Tabernacle con estas palabras el 26 de enero de 1890. ¡Que él haga lo mismo por nosotros hoy!

[2] Video del Proyecto de la Biblia

Día Tres | Semana Santa 2024

Jesús, el Hijo del Hombre

Autor: Jeremy Hamblen

Ezequiel 2:1

Llamamiento de Ezequiel

Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo.

Daniel 7:13-14

13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. 14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.

Mateo 21:23-27

La autoridad de Jesús
(Mr. 11.27-33; Lc. 20.1-8)

23 Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? 24 Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. 25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 26 Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. 27 Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

Mateo 25:31-46

El juicio de las naciones

31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 46 E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso. Si desea más información visite americanbible.orgunitedbiblesocieties.orgvivelabiblia.comunitedbiblesocieties.org/es/casa/www.rvr60.bible

Como hemos visto en los últimos dos días, los nombres y títulos de Jesús son de profunda importancia y están íntimamente ligados a su identidad. Él hizo manifiesto esta identidad por palabra y obra durante la semana previa a su muerte y resurrección. El nombre de hoy no es una excepción, pero se podría argumentar que es excepcionalmente único porque aquí nos enfocamos en el nombre que Jesús eligió para sí mismo, el que más usó durante su ministerio terrenal: El Hijo del Hombre.

Un estudio de este nombre podría (y lo hace) llenar volúmenes de investigación académica, pero espero que encuentres aquí un resumen útil, aunque abreviado, de tres conceptos claves en su auto-designación, “Hijo del Hombre”:

Humanidad

Es simplemente Jesús iluminando el lado humano de su naturaleza dual. De hecho, “Hijo del Hombre” simplemente significa “humano”, como vemos en el Antiguo Testamento, un ejemplo que encontramos a lo largo de Ezequiel (Ezequiel 2:1).

Divinidad

Subraya la divinidad y autoridad de Jesús mediante la alineación con Daniel 7:13-14, mostrando su autoridad eterna y papel como juez divino sobre todos los reyes y reinos, una verdad enfatizada además en Marcos 2:10 (perdona pecados) y Mateo 25:31-46 (juez final). Este título trasciende la humanidad y afirma a Jesús como el cumplimiento de la profecía mesiánica.

Mediador

Jesús es el eslabón crucial entre el cielo y la tierra, un papel aludido en Su conversación con Natanael haciendo referencia a la Escalera de Jacob (Juan 1:51; Génesis 28:12). No solo el Hijo del Hombre es humano y divino, sino que es el vínculo que los une.

Entonces, ¿dónde vemos al Hijo del Hombre revelado en el pasaje de hoy? ¡Bueno, hay muchos momentos donde lo podemos encontrar! El martes fue un día ocupado para Jesús. Documentado en 211 versículos en casi cinco capítulos, el tercer día de la Semana Santa representa el 20% de todo el Evangelio de Mateo. Desde que enseñó en el templo y mostró su autoridad ante un grupo cambiante de líderes religiosos y civiles astutos, hasta que predijo lo que sucedería en el futuro mientras estaba en el Monte de los Olivos, estos capítulos densos marcan el final de su ministerio público mientras quienes planeaban matarlo ultimaban sus planes. Jesús no mostró desgano en su último día de trabajo.

Vemos su humanidad principalmente reflejada en su apariencia física y acciones, pero también de manera más específica en su participación en la enseñanza (Mateo 21:23-27, 22:15-46), en la intensidad emocional de su lamento por Israel (Mateo 23:37-39), y de forma implícita en el complot para matarlo, que fue un intento de despojarlo de su humanidad (Mateo 26:3-4).

Vemos su divinidad exhibida en sus enseñanzas y parábolas autoritarias (Mateo 21:23-22:14), su sabiduría al enfrentarse a líderes religiosos (Mateo 22:15-46), y sus percepciones proféticas del Sermón del Monte de los Olivos (Mateo 24-25). Él es la autoridad divina, el juez, y el cumplimiento de las profecías mesiánicas.

Lo vemos mostrado como mediador en sus discusiones sobre el mayor mandamiento, conectando la ley de Dios y la acción humana (Mateo 22:34-40); su lamento profético por Jerusalén, expresando el deseo de reunir a su pueblo como una gallina reúne a sus polluelos (Mateo 23:37-39); y en su pregunta a los fariseos sobre de quién es hijo el Cristo (Mateo 22:41-45). ¡Dondequiera que veamos la intersección de Dios y el hombre, allí vemos a Cristo!

Entendemos que lo que Jesús dice es importante, pero recordemos que Jesús es la Palabra, y fue por medio de la Palabra que se formó la creación. Así que, cuando Dios encarnado elige palabras para revelarse a nosotros, palabras tan únicas que nadie más en el Nuevo Testamento las usa directamente, deberíamos disfrutarlas. El Hijo del Hombre encarnado—totalmente humano (él nos conoce), totalmente Dios (él provee para nosotros)—y el mediador perfecto entre ambos reinos (él está por nosotros). ¡Qué alegría es conocer a nuestro Señor en sus propios términos!

La idea de que Jesús aceptó completamente ser humano y divino nos recuerda lo cercano que está de nosotros. El hecho de que Él escogiera este título para representar ambos aspectos, nos debería llevar a pensar: ¿Cómo cambia nuestra conversación con él el saber que Dios realmente entiende lo que vivimos? Esto es algo que tendría que influenciar nuestras oraciones y cómo expresamos nuestra fe.

Día Dos | Semana Santa 2024

Jesús, el Hijo de David

Autor: Raegan Wolff

Mateo 21:12-22

Purificación del templo
(Mr. 11.15-19; Lc. 19.45-48; Jn. 2.13-22)

12 Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 13 y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

14 Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó. 15 Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, 16 y le dijeron: ¿Oyes lo que estos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:

De la boca de los niños y de los que maman

Perfeccionaste la alabanza?

17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí.

Maldición de la higuera estéril
(Mr. 11.12-14,20-26)

18 Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. 19 Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. 20 Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? 21 Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. 22 Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

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El siguiente evento que Mateo registra en su evangelio después de la entrada triunfal de Jesús es la purificación del templo. Después del humilde paseo en el pollino de un burro, leemos sobre los actos justos de indignación de nuestro Señor en respuesta al desdén y falta de respeto de la élite religiosa hacia el templo.

El templo era una representación de la santidad de Dios. Era donde los judíos iban para ser limpiados de sus pecados mediante sacrificios realizados en su nombre por los sacerdotes. Es interesante que el lugar donde se llevaba a cabo la purificación del pueblo necesitara purificarse también.

Después de voltear las mesas de los animales para el sacrificio y reprender a los cambistas, vemos a los ciegos y los cojos acercándose a Jesús en el templo, y él los sana, mientras que los niños en el templo están clamando: “¡Hosanna al Hijo de David!”

El título, Hijo de David, era sinónimo de El Mesías, el ungido prometido hace mucho tiempo y muy esperado por los israelitas. Este Hijo de David vendría de la línea del más rey más grande que Israel había tenido, el rey David. Este Hijo de David establecería un reino eterno que reinaría para siempre. Hay otras ocasiones en el Nuevo Testamento donde Jesús es llamado Hijo de David, y todas esas referencias tratan sobre sanidades, la purificación de enfermedades o dolencias, y reconocimientos de Jesús como el Mesías tan esperado.

Cuando los principales sacerdotes y los escribas escucharon el nombre que se le daba a Jesús, se indignaron y le pidieron a Jesús que diera cuenta de ello, lo cual hace citando el Salmo 8:2, ” En los labios de los pequeñitos y de los niños de pecho has puesto tu alabanza”.

¿Quién sino el Mesías, el Hijo de David, tenía la autoridad para reprender las actividades desagradables y los vendedores deshonestos y codiciosos que se aprovechaban de la gente que iba al templo? Este Hijo de David pronto reemplazaría el templo físico necesario para limpiar a las personas de sus pecados al hacer el sacrificio supremo. Él desecharía las estructuras dadas por Moisés al cumplir con los requisitos del sacrificio. Él, el Hijo de David, abriría un acceso directo al templo mediante su muerte y resurrección.

Jesús, el Hijo de David, observó la degradación del templo, expuso su uso incorrecto al mostrar la avaricia y el mal comportamiento, y luego sanó a aquellos a quienes no se les permitía entrar en el templo debido a su impureza. Qué hermosa imagen de cómo Jesús también nos sana y nos purifica hoy. Solo él puede limpiarnos de nuestros pecados, solo él puede sanar nuestras enfermedades, solo él nos dignifica, y solo el Hijo de David, el Mesías, puede reestablecer nuestra relación con el Padre.

¿De qué manera las acciones de Jesús en el templo anticipan su sacrificio final y el establecimiento de una nueva forma para que la humanidad se acerque a Dios? ¿Cómo se relaciona esto con nuestra comprensión de la salvación y redención a través de Jesucristo?

Día Uno | Semana Santa 2024

Jesús, el Rey de Sion

Autor: Tony Gonzalez

Mateo 21:1-11

La entrada triunfal en Jerusalén
(Mr. 11.1-11; Lc. 19.28-40; Jn. 12.12-19)

21 Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:

Decid a la hija de Sion:

He aquí, tu Rey viene a ti,

Manso, y sentado sobre una asna,

Sobre un pollino, hijo de animal de carga.

Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 10 Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es este? 11 Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.

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En Mateo 21:1-11, presenciamos un momento crucial en el ministerio de Jesucristo cuando entra a Jerusalén montado en un burro, en medio de aclamaciones de “¡Hosanna al Hijo de David!” La multitud coloca mantos y ramas de palma en el suelo, reconociendo a Jesús como su Rey. Este evento cumple la profecía de Zacarías 9:9, que declara: ¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, victorioso y humilde. Viene montado en un burro, en un burrito, cría de asna.” La importancia de que Jesús sea aclamado como el Rey de Sion radica en el cumplimiento de antiguas profecías y en el establecimiento de su autoridad divina.

En primer lugar, la forma en que Jesús entra coincide con la profecía de Zacarías, simbolizando humildad y paz. A diferencia de los reyes terrenales que montan caballos, Jesús elige un burro, mostrando humildad y servicio. Esto significa que su reinado no es de poder terrenal y dominación, sino de justicia y salvación. La designación “Rey de Sión” tiene un profundo significado teológico. Sión, a menudo sinónimo de Jerusalén, simboliza la presencia y el reinado de Dios entre su pueblo. Al proclamar a Jesús como el Rey de Sión, las multitudes afirman su autoridad divina sobre toda la creación. Él no es simplemente un líder político, sino el Soberano del Reino espiritual y el fundamento de una nueva era de salvación y restauración.

Además, la entrada de Jesús en Jerusalén marca el comienzo de su viaje hacia la cruz. A pesar de los elogios de la multitud, Jesús sabía que el camino por delante sería de sufrimiento y sacrificio. Como el Rey de Sión, aceptó voluntariamente su papel como el Cordero sacrificial, ofreciéndose a sí mismo por la redención de la humanidad. Su reinado trasciende el poder temporal, centrándose en cambio en la salvación eterna.

Adicionalmente, la respuesta de la multitud resalta la expectativa del pueblo judío sobre el Mesías. Reconocieron a Jesús como el cumplimiento de su esperanza tan esperada, el Rey prometido que los liberaría de la opresión y establecería el reino de Dios. Sin embargo, su comprensión de la misión del Mesías se limitaba a la liberación terrenal, mientras que Jesús vino a ofrecer liberación espiritual del pecado.

En última instancia, el reinado de Jesús se extiende más allá de los límites del tiempo y el espacio. Él reina como el Rey de Sión no solo sobre un territorio físico, sino también sobre los corazones y vidas de los creyentes en todo el mundo. Al reconocer a Jesús como nuestro Rey, nos sometemos a su autoridad, entregando nuestras vidas a su señorío y participando en el establecimiento de su reino en la tierra.

Mientras reflexionas sobre su entrada triunfal en Jerusalén, ¿cómo puedes reconocer a Jesús como Rey, aceptar su reinado en tu vida y anticipar con ansias su glorioso regreso?

Día Veintiocho | El Libro de Hechos

Devocional por Jarrett Stephens

Hechos 28

Pablo en la isla de Malta

28 Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío. Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir. Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.

En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días. Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados; 10 los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.

Pablo llega a Roma

11 Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux. 12 Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. 13 De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli, 14 donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma, 15 de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. 16 Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase.

Pablo predica en Roma

17 Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; 18 los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. 19 Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. 20 Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena. 21 Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. 22 Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.

23 Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. 24 Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían. 25 Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:

26 Ve a este pueblo, y diles:

De oído oiréis, y no entenderéis;

Y viendo veréis, y no percibiréis;

27 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,

Y con los oídos oyeron pesadamente,

Y sus ojos han cerrado,

Para que no vean con los ojos,

Y oigan con los oídos,

Y entiendan de corazón,

Y se conviertan,

Y yo los sane.

28 Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán. 29 Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.

30 Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, 31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso. Si desea más información visite americanbible.orgunitedbiblesocieties.orgvivelabiblia.comunitedbiblesocieties.org/es/casa/www.rvr60.bible

Ayer leímos sobre el comienzo del viaje final de Pablo a Roma y los desafíos que él, junto con otros, enfrentó mientras estaba en el mar. Hoy vemos lo que sucede cuando su barco encalla en Malta y luego zarpa hacia Roma. Una vez que Pablo llega a Roma, lo ponen bajo arresto domiciliario y hace lo que hizo en casi todas las ciudades a las que viajó durante su ministerio. Primero se comunica con el pueblo judío para tratar de explicarles el evangelio. Comienza con ellos debido a su familiaridad con la ley y los profetas. Como dice la Escritura, el evangelio llegó primero al judío y luego al griego. Pero, la Escritura también dice, Jesús “Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron.” (Juan 1:11-13)

¿Y acaso, no ha sido esta la historia a medida que avanzamos en el libro de Hechos? En su mayor parte, los judíos rechazan continuamente a Pablo y su mensaje de que la esperanza de Israel es Jesús, el Hijo de Dios. Pablo, en respuesta al rechazo y oposición a estas afirmaciones, proverbialmente limpia el polvo de sus sandalias y lleva el mensaje del evangelio a los gentiles.

Tengo los versículos 26-27 de Hechos 28 marcados en mi Biblia de lectura diaria. Esto es lo que he escrito junto a estos dos versículos: “Una oración por Champion Forest. Señor, que nunca oigamos y no entendamos, ni que veamos y no comprendamos. Nunca dejes que nuestros corazones se endurezcan”. Oro para que nuestra iglesia siempre tenga corazones blandos para recibir la Palabra de Dios, ojos para ver por fe lo que Él quiere que veamos, oídos para escuchar todo lo que Él tenga que decir y una mente que busque comprender sus caminos.

Hemos estado en este estudio durante veintiocho días y mi pregunta para usted es: “¿Qué hará con lo que ha aprendido? ¿Continuará asimilando la Palabra de Dios cada día y se comprometerá a crecer en su relación con Jesús? Como probablemente lo haya experimentado ya, Él está listo para reunirse con usted y transformarle a medida que usted pase tiempo en Su presencia.

Día Veintisiete | El Libro de Hechos

Devocional por Kal Kilgo

Hechos 27

Pablo es enviado a Roma

27 Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica. Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos. Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios. Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella. Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón. Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, 10 diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas. 11 Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía. 12 Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.

La tempestad en el mar

13 Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta. 14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón. 15 Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar. 16 Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife. 17 Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva. 18 Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, 19 y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. 20 Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.

21 Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan solo para recibir este perjuicio y pérdida. 22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. 23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. 25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. 26 Con todo, es necesario que demos en alguna isla.

27 Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra; 28 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas. 29 Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día. 30 Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa. 31 Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros. 32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.

33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. 34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. 35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer. 36 Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también. 37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis. 38 Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.

El naufragio

39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave. 40 Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa. 41 Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar. 42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando. 43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra; 44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.

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Cuando lea este pasaje, probablemente no lo marcará como uno de los “días favoritos” del ministerio de Pablo. Durante años había deseado ir a Roma para establecer un lugar base para la Iglesia. En este capítulo, vemos la soberanía de Dios expuesta en su totalidad. Lucas nos da un relato detallado del viaje de Pablo a Roma, comenzando con dificultades (27:4,7-8) y terminando con desastre (27:40-44). Pero en el momento en que parecía que toda esperanza estaba perdida, Dios envía un ángel para decirle a Pablo: “No tengas miedo” (24). La mayoría de las veces, Dios responde nuestras oraciones de maneras que nunca esperaríamos. El naufragio siempre fue parte del plan de Dios.

Lo más probable es que usted y yo nunca tengamos que enfrentar una situación exactamente igual, pero sin lugar a duda pasaremos por momentos difíciles y por pruebas. Sin embargo, gracias a Jesús, nunca enfrentaremos esas dificultades solos. Nuestras luchas son un recordatorio de que la esperanza no se basa en nuestras circunstancias, sino en el Dios que mantiene todas las cosas juntas. Observe cómo Pablo estuvo expuesto a los mismos peligros que todos los demás, las olas eran igual de altas y la oscuridad igual de intensa. Como seguidores de Cristo, usted y yo enfrentaremos los mismos desafíos que este mundo. Los cristianos enfrentan pruebas y luchas como todos los demás. Pero tenemos una fuente de esperanza que el mundo no tiene.

¿Cómo puede buscar a Dios para recibir el aliento y la fortaleza que necesita en medio de la tormenta que enfrenta?

Día Veintiseis | El Libro de Hechos

Devocional por Stephanie Rogers

Hechos 26

Defensa de Pablo ante Agripa

26 Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:

Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos. Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.

Vida anterior de Pablo

Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo. Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio; promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos. ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?

Pablo el perseguidor

Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; 10 lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. 11 Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.

Pablo relata su conversión
(Hch. 9.1-19; 22.6-16)

12 Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, 13 cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. 14 Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 15 Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, 17 librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, 18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.

Pablo obedece a la visión

19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, 20 sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. 21 Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme. 22 Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: 23 Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.

Pablo insta a Agripa a que crea

24 Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. 25 Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. 26 Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón. 27 ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. 28 Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano. 29 Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!

30 Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos; 31 y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre. 32 Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso. Si desea más información visite americanbible.orgunitedbiblesocieties.orgvivelabiblia.comunitedbiblesocieties.org/es/casa/www.rvr60.bible

La vida de Pablo sirve como ejemplo de una fe audaz e inquebrantable frente a las dificultades y críticas por el bien del evangelio. En Hechos 26, proclama el evangelio con valentía, sin ocultar nada. Lo que más se destaca es la sencillez con la que Pablo da su testimonio, compartiendo claramente cómo era su vida antes de confiar en Jesús y experimentar su conversión.

Gálatas 2:20 revela la mentalidad y el corazón de Pablo cuando afirma: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”. Este sentir es evidente en sus acciones en Hechos 26. A pesar de enfrentar críticas, Pablo se mantiene firme en su compromiso de seguir a Jesús, sin mostrar consideración por la seguridad personal ni por las opiniones de los demás. El objetivo del discurso de Pablo no es salvarse a sí mismo sino guiar a quienes escuchan a Jesús. Si bien se concentra en compartir la verdad, es respetuoso y espera permiso para hablar, incluso cuando está injustamente detenido. En este pasaje, Pablo nos muestra cómo compartir nuestro testimonio en circunstancias difíciles.

¿Hay alguien en su círculo cercano que necesite escuchar cómo Jesús ha cambiado su vida y cómo Él puede cambiar la de ellos también?

Día Veinticinco | El Libro de Hechos

Devocional por Adam Pemberton

Hechos 25

Pablo apela a César

25 Llegado, pues, Festo a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén tres días después. Y los principales sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron, pidiendo contra él, como gracia, que le hiciese traer a Jerusalén; preparando ellos una celada para matarle en el camino. Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve. Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre, acúsenle.

Y deteniéndose entre ellos no más de ocho o diez días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó en el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo. Cuando este llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar; alegando Pablo en su defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada. Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí? 10 Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. 11 Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que estos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo. 12 Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás.

Pablo ante Agripa y Berenice

13 Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo. 14 Y como estuvieron allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Félix, 15 respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo condenación contra él. 16 A estos respondí que no es costumbre de los romanos entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores, y pueda defenderse de la acusación. 17 Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal, mandé traer al hombre. 18 Y estando presentes los acusadores, ningún cargo presentaron de los que yo sospechaba, 19 sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo afirmaba estar vivo. 20 Yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado de estas cosas. 21 Mas como Pablo apeló para que se le reservase para el conocimiento de Augusto, mandé que le custodiasen hasta que le enviara yo a César. 22 Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera oír a ese hombre. Y él le dijo: Mañana le oirás.

23 Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo. 24 Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más. 25 Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle a él. 26 Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le he traído ante vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir. 27 Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no informar de los cargos que haya en su contra.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso. Si desea más información visite americanbible.orgunitedbiblesocieties.orgvivelabiblia.comunitedbiblesocieties.org/es/casa/www.rvr60.bible

¡Qué gran ejemplo de valentía vemos hoy al proclamar a Cristo en medio de la adversidad! En Hechos 25, el apóstol Pablo se encuentra ante el gobernador romano, Festo, y el rey Agripa, enfrentando acusaciones falsas y juicios injustos. El punto principal de este pasaje gira en torno a la fe inquebrantable de Pablo en el propósito de Dios a pesar de la adversidad que estaba enfrentando. A lo largo de las pruebas, Pablo permanece firme, proclamando con seguridad y denuedo la verdad y el mensaje de salvación en Cristo.

La narrativa plantea preguntas sobre la naturaleza de la fe cuando se enfrenta a la adversidad y cómo los creyentes deben responder a las acusaciones falsas y a la persecución. Comprender el contexto histórico y político de los juicios de Pablo proporciona una idea de los desafíos que enfrentaron los primeros cristianos al navegar por sistemas legales complejos.

 El ejemplo de Pablo debería desafiarnos a cultivar una fe inquebrantable durante las pruebas de la vida. Cuando nos enfrentamos a oposición o acusaciones falsas, estamos llamados a emular la audacia de Pablo y la confianza en la providencia de Dios. Permita que este pasaje le lleve a reflexionar sobre su respuesta a la injusticia y la persecución, animándole a confiar en la oración, proclamar la verdad y creer en el plan supremo de Dios para su vida.

 Al enfrentar la adversidad, que su fe en Cristo brille intensamente, revelando el poder transformador de una confianza firme en el Señor. El viaje de Pablo sirve como un poderoso recordatorio de que, incluso frente a la injusticia, tu fe puede permanecer firme, anclada en la promesa inquebrantable de la providencia y el propósito de Dios.

 ¿Cómo puedes reflejar en tu vida la valentía que Pablo mostró en Hechos 25?