Agosto 24 2020

El mensaje de Deuteronomio es uno que la iglesia necesita desesperadamente escuchar hoy. Estas últimas palabras de Moisés dadas a los hijos de Israel mientras se preparaban para entrar en la Tierra Prometida sirven como advertencia, estímulo y recordatorio. A través de ellos, Dios expone la idolatría de nuestros corazones y nos llama a dar todo nuestro amor, adoración y devoción solo a Él en cada área de nuestras vidas. Moisés advierte al pueblo que cuando entren a la tierra habrá cosas que competirán con Dios por su atención, sus afectos y su adoración. Nosotros también tenemos cientos de cosas que compiten por nuestros corazones todos los días. En este libro, Dios nos enseña cómo responder adecuadamente a la gracia asombrosa que nos ha dado al darle nuestra lealtad, todo nuestro corazón y toda nuestra vida.

En este capítulo, Moisés termina de recordar la historia del desastre y el pacto en el Monte Sinaí. Le dice al pueblo de Israel que es por su propio bien que escuchen, teman, obedezcan, amen y sirvan al Señor. Les dice que Dios, que tiene poder y autoridad sobre cada cosa que existe y que es dueño de toda Su creación, simplemente eligió en Su gracia derramar Su amor en sus padres y, posteriormente, en ellos. En vista de esta gracia asombrosa, Moisés les dice que deben circuncidar sus corazones.

La circuncisión fue la señal del pacto que Dios hizo con Abraham. Era un símbolo que separaba físicamente al pueblo de Dios de todos los demás pueblos. Moisés dice que, en vista de la abundante misericordia de Dios, el amor inagotable y la gracia infinita, el pueblo debe circuncidar sus corazones, haciendo que sus corazones sean distintos y apartados como santos para el Señor.

Este llamado es para nosotros también. ¡Nos corresponde a nosotros adorarlo exclusivamente y darle el lugar que le corresponde de supremacía en todos nuestros afectos, deseos y devoción!

El pueblo de Israel falló en hacer esto. Aparte de la intervención del poder y la gracia de Dios en nuestras vidas, ninguno de nosotros puede hacerlo. Pero ahora, en Cristo y bajo el nuevo pacto, ¡el Espíritu Santo ha venido y ha circuncidado nuestro corazón! Ahora, Espíritu Santo dentro de nosotros nos da el poder para entregarnos a Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo y vivir una vida que lo honre a Él.

Y, al igual que el pueblo de Israel, no recibimos este asombroso regalo de gracia basado en algo que hayamos hecho, ¡sino simplemente por la elección de Dios de derramar Su amor en nosotros!

Deuteronomio 10

El pacto renovado
(Ex. 34.1-10)

1  En aquel tiempo Jehová me dijo: Lábrate dos tablas de piedra como las primeras, y sube a mí al monte, y hazte un arca de madera;

y escribiré en aquellas tablas las palabras que estaban en las primeras tablas que quebraste; y las pondrás en el arca.

E hice un arca de madera de acacia, y labré dos tablas de piedra como las primeras, y subí al monte con las dos tablas en mi mano.

Y escribió en las tablas conforme a la primera escritura, los diez mandamientos que Jehová os había hablado en el monte de en medio del fuego, el día de la asamblea; y me las dio Jehová.

Y volví y descendí del monte, y puse las tablas en el arca que había hecho; y allí están, como Jehová me mandó.

(Después salieron los hijos de Israel de Beerot-bene-jaacán a Mosera; allí murió Aarón, y allí fue sepultado, y en lugar suyo tuvo el sacerdocio su hijo Eleazar.

De allí partieron a Gudgoda, y de Gudgoda a Jotbata, tierra de arroyos de aguas.

En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en su nombre, hasta hoy,

por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos; Jehová es su heredad, como Jehová tu Dios le dijo.)

10 Y yo estuve en el monte como los primeros días, cuarenta días y cuarenta noches; y Jehová también me escuchó esta vez, y no quiso Jehová destruirte.

11 Y me dijo Jehová: Levántate, anda, para que marches delante del pueblo, para que entren y posean la tierra que juré a sus padres que les había de dar.

Lo que Dios exige

12 Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma;

13 que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?

14 He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella.

15 Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día.

16 Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.

17 Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho;

18 que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido.

19 Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.

20 A Jehová tu Dios temerás, a él solo servirás, a él seguirás, y por su nombre jurarás.

21 El es el objeto de tu alabanza, y él es tu Dios, que ha hecho contigo estas cosas grandes y terribles que tus ojos han visto.

22 Con setenta personas descendieron tus padres a Egipto, y ahora Jehová te ha hecho como las estrellas del cielo en multitud.

Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.

Pregunta de discusión familiar:

¿Cuáles son algunas de las cosas que compiten con Dios por el primer lugar en tu corazón? ¿Cómo puedes ser intencional en “circuncidar tu corazón” y darle ese lugar solo a Dios?

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