Mayo 19 2020

Estos dos capítulos del libro de Nehemías pueden parecer una gran lista de nombres, lugares y leyes que hoy no tienen mucha relevancia para nosotros. Sin embargo, si profundizamos un poco más para ver lo que el autor del libro está tratando de comunicar, vemos que en realidad están sucediendo muchas cosas en estos capítulos y podemos tener una mejor idea de cómo se aplica a nosotros en nuestro contexto.

En el capítulo 10 vemos una lista de personas que sellaron el pacto al que se hizo referencia al final del capítulo 9. En el capítulo 9, las personas confesaron sus pecados a Dios y ahora se están comprometiendo a obedecerle y a guardar el pacto hecho con Él en el monte Sinaí. La lista de quienes firmaron y sellaron esta renovación del pacto incluye a personas de todos los ámbitos de la vida en la comunidad de Israel. La intención era demostrar que toda la comunidad se comprometía a ser diligente en guardar los mandamientos de Dios y caminar en sus caminos.

En el Capítulo 11 vemos que el pueblo de Israel da un “diezmo” para ir a vivir a Jerusalén y el autor relata sus nombres y familias, así como las otras aldeas que rodearon a Jerusalén. Si tuviéramos que mirar en un mapa y ver el área de tierra que cubren estas aldeas, realmente no se compara mucho con lo grande que era la nación de Israel antes del exilio.

Todo esto está relacionado con el mensaje general del libro de Nehemías. Nehemías viene con celo y devoción para reconstruir los muros de Jerusalén y guiar al pueblo a honrar al Señor. Los exiliados que habían regresado a Israel de varias tierras creían que ellos eran el “remanente” mencionado por los profetas, y que la gran restauración prometida por los profetas estaba llegando a ellos.

Sin embargo, vemos a cada paso en la historia de Nehemías, incluso en sus mayores éxitos, hay un toque de decepción. A pesar de que los muros están reconstruidos y la gente se ha comprometido a obedecer la Ley de Dios, Jerusalén es un pueblo fantasma, y ​​la gente tiene que ser elegida por sorteo para decidir quién irá a vivir allí; en otras palabras, la gente no está haciendo fila voluntariamente para ir a vivir a la ciudad santa. Fuera de Jerusalén, la tierra de Israel es solo una fracción de su tamaño original, y todo lo que produce la tierra no beneficia al pueblo sino a un rey extranjero que gobierna sobre ellos (Nehemías 9: 36-37).

Esto está muy lejos de las promesas de los profetas con respecto a la bendición y restauración que Dios derramará sobre su pueblo.

Nehemías 10 y 11

10  Los que firmaron fueron: Nehemías el gobernador, hijo de Hacalías, y Sedequías,

Seraías, Azarías, Jeremías,

Pasur, Amarías, Malquías,

Hatús, Sebanías, Maluc,

Harim, Meremot, Obadías,

Daniel, Ginetón, Baruc,

Mesulam, Abías, Mijamín,

Maazías, Bilgai y Semaías; éstos eran sacerdotes.

Y los levitas: Jesúa hijo de Azanías, Binúi de los hijos de Henadad, Cadmiel,

10 y sus hermanos Sebanías, Hodías, Kelita, Pelaías, Hanán,

11 Micaía, Rehob, Hasabías,

12 Zacur, Serebías, Sebanías,

13 Hodías, Bani y Beninu.

14 Los cabezas del pueblo: Paros, Pahat-moab, Elam, Zatu, Bani,

15 Buni, Azgad, Bebai,

16 Adonías, Bigvai, Adín,

17 Ater, Ezequías, Azur,

18 Hodías, Hasum, Bezai,

19 Harif, Anatot, Nebai,

20 Magpías, Mesulam, Hezir,

21 Mesezabeel, Sadoc, Jadúa,

22 Pelatías, Hanán, Anaías,

23 Oseas, Hananías, Hasub,

24 Halohes, Pilha, Sobec,

25 Rehum, Hasabna, Maasías,

26 Ahías, Hanán, Anán,

27 Maluc, Harim y Baana.

28 Y el resto del pueblo, los sacerdotes, levitas, porteros y cantores, los sirvientes del templo, y todos los que se habían apartado de los pueblos de las tierras a la ley de Dios, con sus mujeres, sus hijos e hijas, todo el que tenía comprensión y discernimiento,

29 se reunieron con sus hermanos y sus principales, para protestar y jurar que andarían en la ley de Dios, que fue dada por Moisés siervo de Dios, y que guardarían y cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos de Jehová nuestro Señor.

30 Y que no daríamos nuestras hijas a los pueblos de la tierra, ni tomaríamos sus hijas para nuestros hijos.

31 Asimismo, que si los pueblos de la tierra trajesen a vender mercaderías y comestibles en día de reposo, nada tomaríamos de ellos en ese día ni en otro día santificado; y que el año séptimo dejaríamos descansar la tierra, y remitiríamos toda deuda.

32 Nos impusimos además por ley, el cargo de contribuir cada año con la tercera parte de un siclo para la obra de la casa de nuestro Dios;

33 para el pan de la proposición y para la ofrenda continua, para el holocausto continuo, los días de reposo, las nuevas lunas, las festividades, y para las cosas santificadas y los sacrificios de expiación por el pecado de Israel, y para todo el servicio de la casa de nuestro Dios.

34 Echamos también suertes los sacerdotes, los levitas y el pueblo, acerca de la ofrenda de la leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, según las casas de nuestros padres, en los tiempos determinados cada año, para quemar sobre el altar de Jehová nuestro Dios, como está escrito en la ley.

35 Y que cada año traeríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra, y las primicias del fruto de todo árbol.

36 Asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que ministran en la casa de nuestro Dios;

37 que traeríamos también las primicias de nuestras masas, y nuestras ofrendas, y del fruto de todo árbol, y del vino y del aceite, para los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra para los levitas; y que los levitas recibirían las décimas de nuestras labores en todas las ciudades;

38 y que estaría el sacerdote hijo de Aarón con los levitas, cuando los levitas recibiesen el diezmo; y que los levitas llevarían el diezmo del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro.

39 Porque a las cámaras del tesoro han de llevar los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino y del aceite; y allí estarán los utensilios del santuario, y los sacerdotes que ministran, los porteros y los cantores; y no abandonaremos la casa de nuestro Dios.

Los habitantes de Jerusalén
(1 Cr. 9.1-34)

11  Habitaron los jefes del pueblo en Jerusalén; mas el resto del pueblo echó suertes para traer uno de cada diez para que morase en Jerusalén, ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades.

Y bendijo el pueblo a todos los varones que voluntariamente se ofrecieron para morar en Jerusalén.

Estos son los jefes de la provincia que moraron en Jerusalén; pero en las ciudades de Judá habitaron cada uno en su posesión, en sus ciudades; los israelitas, los sacerdotes y levitas, los sirvientes del templo y los hijos de los siervos de Salomón.

En Jerusalén, pues, habitaron algunos de los hijos de Judá y de los hijos de Benjamín. De los hijos de Judá: Ataías hijo de Uzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Mahalaleel, de los hijos de Fares,

y Maasías hijo de Baruc, hijo de Colhoze, hijo de Hazaías, hijo de Adaías, hijo de Joiarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloni.

Todos los hijos de Fares que moraron en Jerusalén fueron cuatrocientos sesenta y ocho hombres fuertes.

Estos son los hijos de Benjamín: Salú hijo de Mesulam, hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maasías, hijo de Itiel, hijo de Jesaías.

Y tras él Gabai y Salai, novecientos veintiocho.

Y Joel hijo de Zicri era el prefecto de ellos, y Judá hijo de Senúa el segundo en la ciudad.

10 De los sacerdotes: Jedaías hijo de Joiarib, Jaquín,

11 Seraías hijo de Hilcías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Meraiot, hijo de Ahitob, príncipe de la casa de Dios,

12 y sus hermanos, los que hacían la obra de la casa, ochocientos veintidós; y Adaías hijo de Jeroham, hijo de Pelalías, hijo de Amsi, hijo de Zacarías, hijo de Pasur, hijo de Malquías,

13 y sus hermanos, jefes de familias, doscientos cuarenta y dos; y Amasai hijo de Azareel, hijo de Azai, hijo de Mesilemot, hijo de Imer,

14 y sus hermanos, hombres de gran vigor, ciento veintiocho, el jefe de los cuales era Zabdiel hijo de Gedolim.

15 De los levitas: Semaías hijo de Hasub, hijo de Azricam, hijo de Hasabías, hijo de Buni;

16 Sabetai y Jozabad, de los principales de los levitas, capataces de la obra exterior de la casa de Dios;

17 y Matanías hijo de Micaía, hijo de Zabdi, hijo de Asaf, el principal, el que empezaba las alabanzas y acción de gracias al tiempo de la oración; Bacbuquías el segundo de entre sus hermanos; y Abda hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Jedutún.

18 Todos los levitas en la santa ciudad eran doscientos ochenta y cuatro.

19 Los porteros, Acub, Talmón y sus hermanos, guardas en las puertas, ciento setenta y dos.

20 Y el resto de Israel, de los sacerdotes y de los levitas, en todas las ciudades de Judá, cada uno en su heredad.

21 Los sirvientes del templo habitaban en Ofel; y Ziha y Gispa tenían autoridad sobre los sirvientes del templo.

22 Y el jefe de los levitas en Jerusalén era Uzi hijo de Bani, hijo de Hasabías, hijo de Matanías, hijo de Micaía, de los hijos de Asaf, cantores, sobre la obra de la casa de Dios.

23 Porque había mandamiento del rey acerca de ellos, y distribución para los cantores para cada día.

24 Y Petaías hijo de Mesezabeel, de los hijos de Zera hijo de Judá, estaba al servicio del rey en todo negocio del pueblo.

Lugares habitados fuera de Jerusalén

25 Tocante a las aldeas y sus tierras, algunos de los hijos de Judá habitaron en Quiriat-arba y sus aldeas, en Dibón y sus aldeas, en Jecabseel y sus aldeas,

26 en Jesúa, Molada y Bet-pelet,

27 en Hazar-sual, en Beerseba y sus aldeas,

28 en Siclag, en Mecona y sus aldeas,

29 en En-rimón, en Zora, en Jarmut,

30 en Zanoa, en Adulam y sus aldeas, en Laquis y sus tierras, y en Azeca y sus aldeas. Y habitaron desde Beerseba hasta el valle de Hinom.

31 Y los hijos de Benjamín habitaron desde Geba, en Micmas, en Aía, en Bet-el y sus aldeas,

32 en Anatot, Nob, Ananías,

33 Hazor, Ramá, Gitaim,

34 Hadid, Seboim, Nebalat,

35 Lod, y Ono, valle de los artífices;

36 y algunos de los levitas, en los repartimientos de Judá y de Benjamín.

Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.

La historia de Nehemías es de triunfo y desilusión. Su ministerio entre el pueblo de Israel tuvo fidelidad y fortaleza de su parte, pero fracaso y desanimo por parte del pueblo, como veremos al final del libro. En última instancia, el libro establece una expectativa: ¡la restauración que Dios prometió a su pueblo a través de los profetas aún estaba por venir, y ahora sabemos que esta restauración vino a través de la persona de Jesucristo!

¿Alguna vez has vivido una situación ante la cual tenías grandes esperanzas y expectativas, y te encontraste con una gran decepción? ¿Cómo se relaciona eso con la experiencia del pueblo de Israel después de su regreso del exilio?

¿Cómo una expectativa de restauración futura nos da esperanza y cambia nuestra vida aquí y ahora? ¿Cómo debemos vivir mientras esperamos con gran expectativa el regreso de Jesucristo y la restauración de todas las cosas?

Mayo 19 2020

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