Agosto 28 2020
Este capítulo comienza con una declaración significativa que nos ayuda a prepararnos para comprender el resto del capítulo, así como la Ley en su totalidad. Moisés le dice al pueblo de Israel que son los hijos del Señor su Dios, y que Dios los ha escogido de entre todos los pueblos de la faz del planeta para que sean un pueblo especial y santo para Él mismo.
El hecho de que Dios tenía la intención de que este pueblo fuera santo, apartado, único, distinto de todos los demás pueblos de la tierra, nos ayuda a comprender, al menos en parte, por qué Dios les ordena de la manera que lo hace con respecto a las leyes alimentarias. Esto puede parecer extraño, pero lo que Dios busca es que su pueblo sea tan santo, tan diferente de todos los demás pueblos, que incluso la comida que consumen se ve diferente a la del resto del mundo.
Esta preocupación por la distinción y la santidad del pueblo de Dios se manifiesta también en los mandamientos relacionados con los diezmos. La gente debía apartar una décima parte de todo lo que producían y traerlo para contribuir al templo cada año. Si bien muchos en la iglesia de hoy pueden ver el dar los diezmos como una obligación, el pueblo de Israel lo veía como un deleite, un acto de respuesta de adoración a lo que Dios había hecho por ellos ese año. ¡Debían regocijarse al darlo (v.26)!
Todas estas cosas demuestran la necesidad de que el pueblo de Dios sea santo. La santidad es más que un simple comportamiento moralmente recto; es distinción de todo lo demás, y esto significa que el pueblo de Dios debe verse diferente en cada aspecto de sus vidas. La pregunta entonces es, ¿qué tan diferentes nos vemos realmente de la cultura que nos rodea? ¿Nos hemos conformado con lucir un poco diferentes al mundo solo los domingos en la mañana? ¿En qué areas de nuestra vida nos hemos comprometido tanto con la cultura que nos rodea, que ya no logramos distinguirnos de ella?
Dios nos llama, como pueblo escogido y amado, a un nivel de santidad que sobrepasa la forma en que muchos de nosotros vivimos actualmente. Nos llama a vivir no como ciudadanos de una nación, sino de un Reino Eterno. Él nos llama a ser distintos, pero ¿realmente estamos viviendo de esta manera?
Deuteronomio 14
1 Hijos sois de Jehová vuestro Dios; no os sajaréis, ni os raparéis a causa de muerto.
2 Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra.
Animales limpios e inmundos
(Lv. 11.1-47)
3 Nada abominable comerás.
4 Estos son los animales que podréis comer: el buey, la oveja, la cabra,
5 el ciervo, la gacela, el corzo, la cabra montés, el íbice, el antílope y el carnero montés.
6 Y todo animal de pezuñas, que tiene hendidura de dos uñas, y que rumiare entre los animales, ese podréis comer.
7 Pero estos no comeréis, entre los que rumian o entre los que tienen pezuña hendida: camello, liebre y conejo; porque rumian, mas no tienen pezuña hendida, serán inmundos;
8 ni cerdo, porque tiene pezuña hendida, mas no rumia; os será inmundo. De la carne de éstos no comeréis, ni tocaréis sus cuerpos muertos.
9 De todo lo que está en el agua, de estos podréis comer: todo lo que tiene aleta y escama.
10 Mas todo lo que no tiene aleta y escama, no comeréis; inmundo será.
11 Toda ave limpia podréis comer.
12 Y estas son de las que no podréis comer: el águila, el quebrantahuesos, el azor,
13 el gallinazo, el milano según su especie,
14 todo cuervo según su especie,
15 el avestruz, la lechuza, la gaviota y el gavilán según sus especies,
16 el búho, el ibis, el calamón,
17 el pelícano, el buitre, el somormujo,
18 la cigüeña, la garza según su especie, la abubilla y el murciélago.
19 Todo insecto alado será inmundo; no se comerá.
20 Toda ave limpia podréis comer.
21 Ninguna cosa mortecina comeréis; al extranjero que está en tus poblaciones la darás, y él podrá comerla; o véndela a un extranjero, porque tú eres pueblo santo a Jehová tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre.
La ley del diezmo
22 Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año.
23 Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días.
24 Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo, por estar lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre, cuando Jehová tu Dios te bendijere,
25 entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano, y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere;
26 y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia.
27 Y no desampararás al levita que habitare en tus poblaciones; porque no tiene parte ni heredad contigo.
28 Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades.
29 Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren.
Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.
Pregunta de discusión familiar:
¿Cómo encontramos el equilibrio entre celebrar las cosas buenas de nuestra cultura sin comprometer ni negociar lo que nos hace santos para el Señor? ¿Qué áreas se han comprometido con nuestra cultura cuando deberían lucir diferentes de ella?