4 de mayo de 2020
El Salmo 30 nos recuerda no solo la grandeza de Dios, sino que Él es nuestra ayuda en tiempos de necesidad. David mira hacia atrás y encuentra la fidelidad Dios en el pasado y sabe que en su presente de angustia y temor la fidelidad del Señor no se acabará. ¡Esto lo llena de gratitud y alabanza!
Dios es nuestro sanador y nuestra esperanza cuando estamos deprimidos o desesperados. Solo Él “convierte nuestro lamento en danza; quita nuestra la ropa de luto y nos viste de fiesta”
Él es quien perdona nuestras iniquidades, su ira solo dura un momento, pero ¡su bondad y perdón duran toda la vida! Por eso, podemos venir ante nuestro amoroso Padre, con corazón humilde y arrepentido, seguros de que nunca nos rechazará.
Salmos 30
Acción de gracias por haber sido librado de la muerte
Salmo cantado en la dedicación de la Casa.
Salmo de David.
1 Te glorificaré, oh Jehová, porque me has exaltado,
Y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí.
2 Jehová Dios mío,
A ti clamé, y me sanaste.
3 Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol;
Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura.
4 Cantad a Jehová, vosotros sus santos,
Y celebrad la memoria de su santidad.
5 Porque un momento será su ira,
Pero su favor dura toda la vida.
Por la noche durará el lloro,
Y a la mañana vendrá la alegría.
6 En mi prosperidad dije yo:
No seré jamás conmovido,
7 Porque tú, Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte.
Escondiste tu rostro, fui turbado.
8 A ti, oh Jehová, clamaré,
Y al Señor suplicaré.
9 ¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura?
¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad?
10 Oye, oh Jehová, y ten misericordia de mí;
Jehová, sé tú mi ayudador.
11 Has cambiado mi lamento en baile;
Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.
12 Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado.
Jehová Dios mío, te alabaré para siempre.
Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.
Oración
¡Padre celestial, tú has sido tan fiel y me has librado una y otra vez de mis mayores temores! Cuando te he pedido ayuda, me has rescatado y me has sanado. Cuando confesé mi pecado, fuiste fiel en perdonarme, y tu ira no duró para siempre. Tu esperanza y alegría son mías para toda la vida. Que mi voz se una a la multitud de santos que continuamente alaban Tu nombre. ¡Que nunca deje de darte gracias, mi Señor! En el nombre de Cristo Jesús, amén.
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