Jesús, Hombre de Dolores
Autor: Shauna Wallace
Mateo 26:17-75
Institución de la Cena del Señor
(Mr. 14.12-25; Lc. 22.7-23; Jn. 13.21-30; 1 Co. 11.23-26)
17 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? 18 Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. 19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.
20 Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce. 21 Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. 22 Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? 23 Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ese me va a entregar. 24 A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. 25 Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho.
26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. 29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mr. 14.26-31; Lc. 22.31-34; Jn. 13.36-38)
30 Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. 31 Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. 32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 33 Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. 34 Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 35 Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Jesús ora en Getsemaní
(Mr. 14.32-42; Lc. 22.39-46)
36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. 38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 40 Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42 Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43 Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44 Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45 Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46 Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.
Arresto de Jesús
(Mr. 14.43-50; Lc. 22.47-53; Jn. 18.2-11)
47 Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. 48 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ese es; prendedle. 49 Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. 50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron. 51 Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. 53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? 54 ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? 55 En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. 56 Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
Jesús ante el concilio
(Mr. 14.53-65; Lc. 22.54,63-71; Jn. 18.12-14,19-24)
57 Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos. 58 Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin. 59 Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, 60 y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, 61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. 62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? 63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. 64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. 65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. 66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte! 67 Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, 68 diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó.
Pedro niega a Jesús
(Mr. 14.66-72; Lc. 22.55-62; Jn. 18.15-18,25-27)
69 Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. 70 Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. 71 Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También este estaba con Jesús el nazareno. 72 Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre. 73 Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. 74 Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo. 75 Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso. Si desea más información visite americanbible.org, unitedbiblesocieties.org, vivelabiblia.com, unitedbiblesocieties.org/es/casa/, www.rvr60.bible
Nadie se va de la tierra ileso.
La decepción desinfla. El rechazo hiere. La traición sorprende.
La inseguridad ridiculiza. El miedo ata. La ansiedad paraliza.
La salud declina. Los tratamientos fallan. Los límites persisten.
Las lesiones nos dejan fuera de juego. El envejecimiento roba. La muerte destruye.
Los matrimonios se desmoronan. Los bebés mueren. Los niños se extravían.
Las finanzas fallan. Las pérdidas se acumulan. La esperanza se desvanece.
El sufrimiento es universal, pero nuestras experiencias se sienten intensamente personales. Nadie excepto yo ha caminado en mis zapatos. Nadie excepto tú ha caminado en los tuyos. Pero Jesús—Hombre de Dolores—ha caminado en todos nuestros zapatos.
Nuestros dolores pueden tomarnos por sorpresa, pero Jesús sabía lo que se decía de él mucho antes de dejar la gloria del cielo por la dura realidad de la humanidad: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.” (Isaías 53:3 RVR1960).
Estas no eran simplemente personas desconocidas de naciones paganas que nunca habían oído hablar de Dios o experimentado sus milagros y fidelidad. No, estas eran las personas que Dios apartó como suyas. Maliciosamente lo consideraron vil, lo evitaron y despreciaron a Jesús.
Las predicciones de Isaías se despliegan en Mateo 26:17-75. Jesús sabe que su “hora ha llegado” (18). Mientras sus enemigos conspiran en la oscuridad y el odio, la traición ya profetizada dentro de su círculo íntimo aumentó aún más su angustia, el tormento y la brutal aflicción.
Jesús sabe que su cuerpo será quebrantado y su sangre derramada por el perdón de mis pecados y los tuyos, y comienza a vivir lo impensable. Él es:
Traicionado por sus amigos más cercanos cuando su alma afligida y turbada necesitaba desesperadamente un cuidado vigilante (37-45);
“Entregado en manos de pecadores” (45);
Tratado como un criminal (47, 55);
Besado en la mejilla mientras le clavaban un cuchillo por la espalda (48-49);
Violentamente acosado (50);
Abandonado por los mismos amigos cercanos que juraron su lealtad eterna (35, 56);
Odiado por líderes religiosos consagrados y ungidos para guardar los caminos de Dios para Su venida (57-59);
Falsamente acusado (59-60);
Buscado para matarlo (66);
Escupido, golpeado, burlado y ridiculizado (67-68);
Desconocido y negado por su seguidor más apasionado (69-74).
Jesús realmente nos entiende.
Conocer a Jesús como Hombre de Dolores es conocer a Jesús como alguien que entiende y se identifica con cada uno de nuestros dolores de manera personal, profunda y amplificada. Es conocer la compasión de Jesús como alguien que ha sentido lo que sentimos y “sufre con” nosotros (ver Hebreos 4:15). Es conocer a aquel que pronto convertirá nuestros dolores en gozo y júbilo (ver Juan 20-22).
¿De qué manera tú y Jesús han sufrido dolores, sufrimientos o angustias similares? ¿Cómo puedes encontrar consuelo, fuerza y esperanza en él como Hombre de Dolores, ya sea para ti mismo o para alguien que conoces?
Jesús tenía una misión por parte de Su Padre en cargar con todas nuestras luchas al hacerse hombre. No hay dolor ni sentimiento humano que Jesús no conozca. Por tal razón, Él es Nuestro Refugio, Esperanza y Sanador en toda circunstancia porque entiende cada uno de nuestros dolores. Por eso es Nuestro Salvador!
Gracias Jesús por entender nuestro dolor y por ser nuestra fuente de toda esperanza.
Le doy gracias al Padre por enviar a su hijo a sufrir mi dolor y resucitar para darnos vida eterna, donde no habrá dolor sino júbilo y alegría.
Me sorprende que, mientras los discípulos se preparan para Celebrar la Cena con el Señor Jesús, y ellos no entendieron a pesar que Jesús les había dicho una y otra vez, lo que le venía. Me sorprende que a pesar que Judas se ‘descubre’, Jesús compartió el Pan y Vino con él! Lo pudo haber corrido o separado pero, a pesar del Dolor y Decepción, Jesús le permitió compartir con Él la Última Cena!
Gracias padre por enviar a tu unigénito hijo a morir por nosotros y ser nuestro refugio nuestro pronto auxilio en las tribulaciones