5 de mayo de 2020

El Salmo 32 describe la bendición del perdón como ningún otro lo hace. Este es el tema especialmente de los primeros cinco versículos, que incluyen la felicidad del hombre perdonado (versículos 1-2), los efectos físicos y psicológicos del pecado no confesado (versículos 3-4) y la confesión honesta y sin reserva para obtener el perdón de Dios (versículo 5). Sobre esta base, David puede experimentar la oración (versículos 6-7), la instrucción Divina (versículos 8-9) y el testimonio personal (versículos 10-11).

¿Alguna vez has sentido el peso del pecado no confesado? ¿Alguna vez has tenido culpa y vergüenza porque no querías que nadie supiera tus faltas?

Si es así, puedes entender el peso y el cansancio que David describe en este Salmo, y el contraste de la bendición que viene con una confesión. Por la sangre de Jesús, nuestros pecados son perdonados, nuestras iniquidades cubiertas, nuestras faltas borradas. ¡Aquel a quien hemos perjudicado se convierte en nuestro refugio y escondite!

¿Hay algo que tengas que confesar al Señor? Que este Salmo sea tu guía hoy para descargar tu corazón ante Dios y encontrar su perdón y su paz. Corre a los brazos del Padre mientras lees este salmo. ¡Acepta su perdón, responde a sus instrucciones y regocíjate!

“Me deleito mucho en el Señor; me regocijo en mi Dios. Porque él me vistió con ropas de salvación y me cubrió con el manto de la justicia. Soy semejante a un novio que luce su diadema,

o una novia adornada con sus joyas.” Isaías 61:10 (NVI)

Salmos 32

La dicha del perdón
Salmo de David. Masquil.

1  Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.

Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño.

Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.

Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah

Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah

Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado;
Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.

Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia;
Con cánticos de liberación me rodearás. Selah

Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
Sobre ti fijaré mis ojos.

No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,
Que han de ser sujetados con cabestro y con freno,
Porque si no, no se acercan a ti.

10 Muchos dolores habrá para el impío;
Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.

11 Alegraos en Jehová y gozaos, justos;
Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.

Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.

Oración

Padre, confieso que he pecado. Me arrepiento de todas mis iniquidades y transgresiones. Sé que he entristecido tu corazón y que mi pecado me ha alejado de ti. No quiero cargar más con esta culpabilidad. No quiero tener más esta vergüenza. No quiero avergonzarte más. Perdóname; dame sabiduría y fuerza para caminar en tus caminos. ¡Quiero vivir en el gozo y la paz que trae tu perdón! En el nombre de Jesús, amén.

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